El Pilar
Al visitar Zaragoza, ciudad del septentrión de la Hispania ancestral, los ojos quedan atraídos hacia las espigadas torres y campanarios de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, santuario bañado de una singular devoción y leyenda.
Desde la orilla opuesta del Río Ebro sus grandes torres, que se elevan a más de 90 metros, se muestran aún más espectaculares, ya que su altura se duplica al reflejarse como un trazo zigsagueante y acuareleado entre las riberas de la ciudad.
La Basílica posee un rango prominente dentro de las muchas edificaciones ibéricas: es una de las Doce Maravillas de España, junto con Torrealta, Metrixell y Lourdes, es uno de los cuatro grandes centros de la Ruta Mariana, y también es considerada la iglesia más antigua de la cristiandad consagrada a su culto.
La resonancia de este templo soberbio surge de la fe en un suceso milagroso acontecido en los albores del cristianismo. Se refiere a la aparición de la Virgen María el 2 de enero del año 40 ante el apóstol Santiago, cuando el pastor predicaba en aquellas latitudes situadas en los confines del Imperio Romano.
El pasaje cuenta como en esos tiempos la Virgen María, que aún vivía en Jerusalén, llevó a cabo la visita milagrosa, en la villa de Caesaraugusta, antes de su Asunción, lo que le da una característica única a lo largo de la historia de las apariciones. En el encuentro le entregó a Santiago una columna de jaspe de la altura de una persona, que debía de servir como pilar de un santuario que ayudara a esparcir la fe cristiana. Con esta señal el apóstol peregrino, junto con los primeros siete creyentes que lo acompañaban, se dio a la tarea de edificar una pequeña capilla de barro a orillas del río. A partir de entonces se inicia una saga constructiva sin par que continuó hasta más allá del siglo XX, cuando la terminación de la última torre, le diera al conjunto su fisonomía definitiva,
A lo largo de esa historia el templo sufrió innumerables transformaciones y sin embargo se cree que el Pilar siempre ha permanecido en el mismo sitio, y ya desde el siglo XII sosteniendo a la imagen de la Virgen finamente tallada en madera. En los primeros siglos el oratorio original fue creciendo paulatinamente, aunque nunca alcanzó una escala de grandes proporciones, y sin embargo la devoción al santuario se difundió ampliamente por España y varios países de Europa. Durante la dominación árabe el templo fue respetado, aunque experimentó un importante deterioro, ya que no se permitían las obras necesarias para su buena preservación, Después de la reconquista de Zaragoza, en el siglo XIII, la Virgen del Pilar fue nombrada como señora de ciudad y posteriormente de todo el reino de Aragón. Algunas de las historias narran como en 1434 un incendio destruye el templo románico y sin embargo la columna permanece intacta. A partir de entonces se inicia una ambiciosa reconstrucción de estilo gótico, a la cual prosiguieron numerosos trabajos y adiciones de diferentes épocas y estilos que continuaron su engrandecimiento a lo largo de varios siglos; y no es sino hasta mediados de siglo XIX donde se consagra ya como Basílica con la asistencia de cerca de 100 mil peregrinos.
Ya en tiempos modernos, la Basílica del Pilar es galardonada con dos títulos eclesiales de especial importancia: en 1939, es declarada templo nacional y santuario de la raza y, con ocasión de su visita pastoral, el Papa Juan Pablo II nombró a la Virgen del Pilar como reina y patrona de la hispanidad, resaltando así el hecho notable de que el día tradicional de su celebración, el 12 de octubre, coincide con la fecha del descubrimiento de América.
En cierta forma el culto y veneración a la Virgen del Pilar es el equivalente, para España, al de la Virgen de Guadalupe, para México.
Hoy en día conviene recorrer pausadamente la longitud de sus naves de 130 metros que resguardan un legado artístico milenario, Entre muchas de sus obras, destacan la sillería y tallados en finas maderas del Coro de Pilar. Un lugar celebrado que ha servido de motivo para la fundación de muchos conjuntos corales que llevan el nombre del Pilar y que se presentan en verbenas y festividades en las que se puede rememorar la historia de este monumento vivo que ha configurado el carácter de muchas generaciones hispanas.