Frías
La ciudad más diminuta de España ostenta grandes atractivos inscritos en la solidez del medievo
El perfil de Frías sorprende por ser un compacto núcleo de construcciones aglutinadas en un formato a la vez pronunciadamente alargado y vertical. En los vértices opuestos de la villa destacan sobretodo su erguida atalaya que semeja una escultura inacabada surgida de las rugosidades de la piedra misma sobre la que se asienta, así como el campanario de la iglesia dedicada a San Vicente y a San Sebastián.
Esta ciudad, que posee uno de los castillos roquenses más espectaculares de Castilla, ha sido declarada a la vez como la más pequeña de la península ibérica y Monumento del Patrimonio Artístico Español; sin embargo, a pesar de su renombre, el censo de sus pobladores asciende apenas a cerca de 280 personas.
Y aunque estos números podrían aparentemente corresponder a los de una comarca casi desierta y sin relevancia, en el caso de Frías son los de un destino que merece ser nombrado como uno de los pueblos más bonitos dentro del competido elenco de lugares hispanos de interés turístico y cultural.
No es común que en un lugar tan pequeño haya tanto que ver y gozar. El punto más destacado y memorable es sin duda la vista desde la cima de la Torre del Homenaje que corona el conjunto del castillo de los Velasco. Para ingresar en ella se tiene que utilizar un puente, antiguamente levadizo, que cruza un foso de plena usanza medieval. Una vez que se termina el ascenso de los empinados peldaños de piedra que conducen a su elevado observatorio, se contempla una espléndida vista de 360 grados que abarca el sinuoso cerco de sus murallas almenadas, junto con el añejo trazo de la villa y sus techos de teja recocida bajo el sol y las largas edades de la aldea. Hacia la lontananza se aprecia el amplio paisaje de los fértiles campos que la circundan y que hablan de su vocación agrícola, en donde ancestralmente se cultivan frutos y cosechas asociados a la tierra y la vid.
Esta naturaleza privilegiada se debe a que Frías está próxima al cause del río Ebro que fecunda este territorio próximo a la renombrada comarca vinícola de Rioja.
El punto más indicado para disfrutar del río, es el hermoso puente que data del siglo XIV y que aún puede transitarse hoy en día. Su conjunto se caracteriza por una serie de gruesas arcadas que se hunden artísticamente sobre las aguas. A la mitad de su paso empedrado de 143 metros, se erigió una torre para el pago del peaje llamado “pontejo” la cual le añade un aspecto inusual y distintivo.
A lo largo de tiempo, Frías tuvo que ser edificada siguiendo el accidentado contorno del cerro de la Muela. Debido a ello sus calles presentan un cautivante aspecto sinuoso e irregular. comunicando a sus moradas y edificios de acuerdo a la austera conformación del terreno.
La muestra más admirable de habilidad, gusto e ingenio utilizado por sus constructores para superar el desafío de su complejo asentamiento son sus famosas casas colgantes, que parecen aferrase a la ruda orografía de farallones escarpados, de donde cuelgan como viendo hacia el borde del precipicio. Muchas de ellas cuentan con fachadas entramadas con gruesas vigas de madera, que dibujan atractivos diseños que contrastan contra el liso aspecto de la piedra toba empleada para levantar sus muros.
Además de estos atractivos centrales, el visitante puede adentrarse en otros paseos como la calzada romana, el barrio de la Judería, el recinto amurallado y el convento de Vadillo, que amplían la visión de la plaza.
A través de la historia Frías siempre tuvo un rol estratégico como punto de enlace entre la planicie castellana, el ámbito montés de Navarra y las provincias vascongadas. Aunque su pasado se remonta a la época romana, su referencia más antigua data del año 867.
Después de la dominación mora, Juan II de Castilla le otorgó el título de ciudad con los privilegios de la bula real. Sin embargo la plaza fue cedida al conde de Haro a cambio de la villa de Peñafiel. Este suceso afectó el bienestar de sus moradores quienes perdieron las ventajas que gozaban bajo el fuero real. El nuevo régimen y las cargas impositivas hicieron que sus habitantes se sublevaran, pero finalmente tuvieron que rendirse después de un asedio de las tropas del conde. Hasta la fecha este levantamiento se celebra cada mes de junio, en las Fiestas del Capitán, y es uno de sus eventos más concurridos, donde se elige a un líder que encabeza las fuerzas rebeldes, el cual abandera el paso de animados desfiles que recorren jubilosamente su calles y plazas. Asimismo la ocasión sirve también para conmemorar la liberación de la ciudad de la ocupación por parte de las tropas napoleónicas.
Aún si no es época de fiestas, el visitante de hoy puede experimentar una estancia placentera, hospedándose en las casas rurales y paraderos cercanos a Frías, o dentro de la ciudad misma, en lugares de mucho sabor y tradición, como una hostería que ocupa parte del antiguo convento de Vadillo. Otro de los descansos preferidos es el de sentarse en las mesas callejeras de sus diversos restaurantes y tabernas que sirven una nutrida variedad de platillos de la cocina española.
Frías se encuentra a 100 kilómetros al noreste de la ciudad de Burgos en una ruta rica de numerosos destinos que se anidan en la región de las Meriandades, colindando con la tierras de Navarra y el País Vasco. A tan solo dos kilómetros se encuentra la villa de Tobera, conocida también con el mote de “el pueblo de las mil cascadas”, por cuyas calles y puentes corren numerosos arroyos y caídas de agua.
Todo este entorno hace que la estancia en Frías sea una experiencia deleitable que el pasado nos reserva a los habitantes del presente, dispuestos a descubrir los tantos rincones dispersos en el rico e intricado mapa de España.