Gastelugatxe
En los confines del Cantábrico, un legendario islote basta para atrapar la mirada y la imaginación
Dentro del vasto litoral del septentrión de España, uno de los puntos que más exaltan nuestra imaginación es el islote de San Juan de Gastelugatxe, el cual está ligado a la tierra por un largo y angosto puente, que conduce hasta la cima. Aquí, como en tantos otros lugares del paisaje ibérico, la soberbia composición de sus macizos rocosos culminan en la delicada estructura de su templo, consagrado, desde hace más de 1,000 años a San Juan Bautista. Este promontorio marino esta rodeado de mitos y leyendas ancestrales, e incluso se dice que el predecesor de Cristo llegó a poner sus pies, con pisadas que quedaron grabadas en la roca. Otra leyenda del imaginario vasco cuenta que en este lugar brujas y encantadores se reunían para celebrar sus temibles akelarres, en donde se realizaban todo tipo de conjuros y ceremonias ligadas al oscurantismo. Debido a ello, la Inquisición registró en sus anales como se dedicaba a perseguir y a encarcelar en las cuevas y mazmorras de la isla, a las personas dedicadas a estas prácticas siniestras.
Si se viaja en coche o en autobús, lo más usual es descender a un kilómetro del lugar, para iniciar una caminata que nos da la oportunidad de adentrarnos paulatinamente en este ámbito a la vez enigmático e impactante. Por lo general las olas rompen con fuerza contra las rocas y el viento sopla agitadamente, lo que le añade el encanto de sentirse como si se estuviera en una misteriosa escenografía de película. Por ello es un enclave excelente para la toma de fotografías, o la realización de bocetos y pinturas que nos ayuden a preservar y compartir la experiencia. Definitivamente, el estar delante de la escena tan única de San Juan Gastelugatxe deja una impresión imborrable en todos los que la visitan, y aún puede uno hablar con ancianos que de niños viajaron al lugar, pero que aún lo recuerdan con una emoción vívida y entrañable.
Y aunque este sitio es favorito entre los excursionistas, también ofrece diversas comodidades para los paseantes casuales. En las colinas frente a la isla se encuentra un agradable bar restaurante que sirve de estratégico mirador para disfrutar las vistas que abarcan tanto la de San Juan, como la del enorme peñón de Aketze, el cual sólo es accesible por lancha y en donde se asienta un magno santuario de aves, que con su vuelo complementan perfectamente la inspiradora estampa del lugar.
A lo largo de la excursión uno puede descansar en las bancas dispuestas a lo largo del camino, y una vez en lo alto, hacer una pausa para relajarse en una pequeña explanada dotada de mesas y sillas, la cual nos resguarda del viento, y en donde es muy grato almorzar rodeado de su célebre entorno. La parte más demandante y divertida del trayecto es avanzar por todo el estrecho y zigzagueante camino que comprende 241 peldaños y que conduce hasta la ermita. Una vez ahí, además del vasto panorama, la recompensa es hacer sonar 3 veces la campana del santuario, mientras se pide un deseo que, según la tradición nos afirma, se cumplirá.
Por otra parte, la historia de este enclave narra como a lo largo de los siglos, fue asolado por episodios violentos, como incendios y batallas. Por ello la iglesia, que inicialmente se erigió en el siglo IX, tuvo que ser reconstruida en múltiples ocasiones. Más adelante, a partir del siglo XII, durante cerca de 300 años funcionó como un apartado y sereno convento, hasta que los frailes abandonaron el lugar, que por muchos años permaneció deshabitado.
Además, dentro de su rol militar y defensivo, podemos mencionar que San Juan sirvió como un sólido baluarte en las diversas luchas que se sostuvieron para la defensa de su señorío, como el célebre pasaje en donde los siete caballeros de Bizkaya lucharon contra el rey de Castilla, Alfonso XI, el cual fue vencido y forzado a retirarse. Otro episodio dramático data de 1596, cuando San Juan de Gastelugatxe fuera asaltado por Sir Francis Drake y sus corsarios, quienes después del saqueo, despeñaron al mar al último ermitaño que ahí residía. Después de todos estos avatares, finalmente la ermita tomó su forma definitiva, la cual deriva de su reconstrucción, emprendida a fines del siglo XIX.
La breve isla puede visitarse durante todo el año, aunque durante el verano suele estar muy concurrida, por lo que para quienes desean admirarla en su estado más natural y apacible, es recomendable hacerlo durante la primavera o el otoño. La ermita suele estar cerrada, pero durante julio y agosto permanece abierta.
De igual manera durante ciertas fechas especiales, San Juan cobra una nueva vida gracias a la gente de los pueblos cercanos como Bermeo, Arrieta y Bakio, quienes acuden en numerosas procesiones que rematan en la iglesia. Particularmente se tiene que mencionar la del día del 24 de junio, donde se celebra la fiesta patronal de San Juan. Por otra parte también están la de San Ignacio de Loyola, el 31 de julio, y la de San Juan Degollado, el 29 de agosto, ya hacia finales del verano.
A su vez, otro momento especial de San Juan Gasteugatxe lo marca el tradicional inicio de la temporada de pesca, cuando los pescadores vascos acuden ahí para invocar la protección y bendición del santo en sus arduas faenas marinas.
Por ello a lo largo de su historia, y aún en la actualidad, San Juan Gastelugatxe es, y ha sido, un lugar del cual emana un aura especial en donde la fe. la mitología y la naturaleza se admiran de una manera espléndida, marcando nuestra visita con una entusiasta sensación de aventura y plenitud, que sólo lo remoto e inusual pueden evocar en el ánimo venturoso del avezado viajero.