Tossa de Mar
Una joya ancestral donde se abrazan la estética del medievo y el mar
Al hablar de Tossa de Mar nos encontramos, que como tantos otros lugares dentro del territorio ibérico, se le denomina como el poblado medieval más encantador de España. Y aunque este título depende de una preferencia personal, al menos si nos sirve de indicio para ponderar la estatura y relevancia de esta bella plaza cerca de la frontera con Francia, que reúne cualidades excepcionales que difícilmente se hallan en un solo lugar.
En Tossa primeramente nos maravilla la forma petrificada de su castillo que resguarda la única ciudad amurallada que queda en pie sobre la Costa Brava, nombrada como Monumento Histórico y Artístico Nacional en 1931. La fortaleza tiene un trazo ascendente que culmina en la Torre d’en Jonàs, que se levanta como un alto faro que apunta hacia las aguas del mediterráneo. Este conjunto encabeza la artística traza marcada por la suave curva de su bahía y la amplia superficie de arena nombrada simplemente como Playa Gran. Esta estampa postal identifica emblemáticamente a Tossa y bien puede admirarse desde varios puntos, aunque especialmente desde el mirador presidido por la elegante estatua de la diosa Minerva, que no deja de poner su mirada fija en su cautivante escenografía.
La obligada ascensión, que se realiza por las rampas y escalinatas que conducen hacia la cima del castillo, queda recompensada por una espléndida vista de las playas y el firmamento, rodeados del verdor que brinda la fronda de los numerosos árboles dispuestos a lo largo de la ruta.
Y aunque este espacio es el más icónico, la villa de Tossa de Mar es un destino muy amplio y completo que abarca un gran número de atractivos culturales y naturales que permiten vivir una experiencia grata y completa en este resguardado rincón de Cataluña.
En el ámbito marino, sus numerosas playas y calas muestran dramáticos contrastes marcados por las grandes alturas de sus barrancas y desfiladeros, salpicados graciosamente por la arquitectura vernácula que pinta el paisaje. Esta orografía puede recorrerse en muchos de sus senderos que ofrecen un gran cúmulo de vistas y lugares para pasar el día a la orilla del mar. En particular la visita al Faro de Tossa nos brinda una espléndida plataforma para contemplar esta grandeza natural.
Para aprender la historia ancestral de Tossa hay que partir desde el neolítico, ya que en la pequeña península aún existen vestigios de esos asentamientos, como rudas moradas formadas por grandes macizos de piedra enclavados en sus bosques. También en la época romana fue sede de una comunidad próspera cuya memoria arqueológica aún se puede apreciar en los restos y mosaicos de la villa de Els Ametllers.
Desde luego su fisonomía actual deriva sobre todo de los trabajos centenarios realizados durante la época medieval para consumar su estratégica función de bastión militar contra los piratas y convertirla en la imponente fortaleza que hasta hoy pervive.
En esos tiempos las casas estaban resguardadas detrás de la muralla formando el casco antiguo de la Vila Vella, que invita a realizar deliciosos paseos deambulando entre calles estrechas y empedradas en donde siempre se está rodeado de una atmósfera repleta de los hallazgos que se van dando a lo largo del camino, entreverado por numerosas tiendas, bares, restaurantes, terrazas, kioscos y galerías de un sabor ancestral.
En particular destacan los recintos del Museo Municipal, la Casa de la Cultura y la iglesia neoclásica de San Vicente, con su muros
fornidos y amplias naves interiores. Este santuario estuvo decorado con el arte barroco de sus altares y retablos, que lamentablemente fueron destruidos por el furor de la Guerra Civil. Sin embargo su esmerada reconstrucción le ha devuelto buena parte de su noble presencia.
La belleza de Tossa ha sido un fuerte imán para artistas y pensadores de renombre que la han visitado o vivido en ella a través del tiempo. Entre ellos está la figura del pintor Mark Chagall, que le diera el sobrenombre del Paraíso Azul. Chagall, junto con otros grandes artistas le imprimieron un importante sello artístico a su fisonomía, mismo que pervive y se manifiesta hasta hoy en día. Por ello Tossa mantiene una agenda muy dinámica de presentaciones musicales y de las artes a lo largo de casi todo el año.
Así, durante el verano, su gran festival cobra una vida intensa y bulliciosa, con los muchos visitantes que por mucho sobrepasan la población regular de la aldea de cerca de ocho mil moradores.
Un momento notable es su espectacular despliegue de fuegos artificiales, con una multitud de luces vertiginosas que estallan justo encima de la fortaleza medieval, que luce soberbia bañada por los dorados haces de iluminación nocturna, que inscriben una estampa imborrable en quienes tienen la fortuna de presenciar el sortilegio.
En el estío Tossa de Mar es una villa sumamente concurrida en donde se vive una atmósfera cosmopolita, festiva y contagiosa. Sin embargo en las temporadas de menor turismo la villa vuelve a transportarse en el tiempo hacia eras más apacibles, para compenetrarnos plenamente de este lugar privilegiado, en donde el espíritu del visitante se remonta a un mundo relajado e inspirador del que nunca más ya podemos alejarnos.