RUMBO A SANTIAGO SIGUIENDO
Una Constelación de Caminos
El perímetro cercano al santuario jacobino está rodeado de travesías menos largas, pero igual de fascinantes
Las rutas para llegar a Santiago se esparcen siguiendo las diferentes latitudes y puntos cardinales marcados por la rosa de los vientos.
Ya que el santuario es un gran eje de la cristiandad y del espíritu, es lógico que las rutas que van hacia él partan tanto desde el norte, como del sur, el este y el oeste. Sin embargo, además de las grandes vías como la Francesa, la Portuguesa, la del Norte o la de la Plata, existen senderos de menor extensión y que resultan más accesibles para aquellos viajeros que no disponen del tiempo, la salud o los recursos que reclaman los trayectos más largos y prolongados, que suelen tomar alrededor de un mes de arduo empeño para poder completarse.
En esta reseña de las rutas más cercanas nos concentraremos en la Inglesa, así como en la de Finisterre y Muxia, que son las sendas que recorren el vértice norte de la península ibérica. Ambas comprenden distancias cercanas a los 100 kilómetros, sin embargo son suficientes para experimentar lugares, vistas y parajes de una gran riqueza cultural y paisajística, anidados en esta región de España y Europa, los cuales despliegan sus secretos y relatos a los viajeros que pacientemente deciden emprender la gesta milenaria. Para poder apreciarlos cabalmente, habremos de mencionarlos de manera independiente.
la Ruta de Finisterre – Muxia
Esta senda tiene varias peculiaridades únicas, la más sobresaliente es sin duda, el hecho de que puede cursarse en ambos sentidos: de ida hacia Finisterre es un apéndice o extensión que muchos peregrinos deciden realizar una vez que han completado alguna de las rutas clásicas, para así redondear el alcance de la hazaña al finalmente divisar el paraje que durante la época greco romana, y hasta bien adentrada la Edad Media, se considerara como el último tramo de la tierra: es decir Finisterre. En este apéndice se había construido un templo consagrado al culto solar de su deidad Ara Solís, y fue un asiento venerado hasta la época romana, por los observadores que veían al astro rey mostrarse de una forma admirable tanto al amanecer como en el ocaso. Cuenta la leyenda que el templo fue abatido por el propio apóstol Santiago en su peregrinar por estas tierras.
Aunque bien Finisterre suele ser una extensión de muchas peregrinaciones, también suele tomarse como punto de partida para hacer una expedición de menos de una semana hacia Compostela.
Finisterre es una localidad, compuesta de dos ámbitos diversos: por un lado se encuentra el puerto pesquero con su pequeña cala, bordeada de restaurantes y tiendas de souvenirs. Situado a corta distancia se descubre el parque del faro, al cual se llega por un agradable andador que corre junto a la carretera costera. El faro está empotrado en una casa y sus miradores ofrecen una vasta y espléndida vista hacia los lejanos contornos de la costa y el mar que llega hasta él.
Los trayectos que conducen a este emblemático destino pueden variar dependiendo de las preferencias de cada viajero: algunos eligen pasar primero por Muxia antes de llegar a Finisterre, en tanto que otros pasan primero por este punto antes de alcanzar Muxia, ubicado un poco más al norte. Las otras poblaciones que sirven de enlace en la ruta son Negreira y Olveiroa.
Muxia es una grata y apacible villa rodeada de mar y embarcaciones. En ella se cuenta que el apóstol residió predicando a sus habitantes y que fue visitado por la Virgen María, quién se le apareció sobre una balsa para animarlo a continuar con su evangelización. En recuerdo de este pasaje se edificó el Santuario de la Virgen de la Barca, el primero erigido en toda Europa a la madre de Jesucristo, y que al igual que el faro que se alza en Cabo Touriñan, son dos de las escalas predilectas de los alrededores de Muxia. Los atractivos de esta villa son de una diversidad temática que comprende capillas, playas y andadores hacia el mar, o bien la visita al río Negro, donde se encuentran también más de una docena de viejos molinos restaurados. Muxia casi mira, desde la otra orilla de la Ría do Porto, hacia Camariñas, una calmada comunidad pesquera situada en la punta de la península. Cabe destacar que a pocos kilómetros de ahí se pueden vislumbrar los imponentes acantilados y batientes que conforman la legendaria Costa de la Muerte, nombrada así por el gran número de lamentables naufragios acaecidos en esta zona, asolada por fuertísimos vientos, oleajes y tempestades que empujan a las naves hacia la costa escalofriante. Uno de los lugares más sobresalientes dentro de este espectacular litoral es el de la erguida espiga del Cabo Vilán, el faro eléctrico más antiguo de España, cuya torre remonta una imponente altura de 125 metros. Su potente farola es capaz de enviar una luminosa señal que penetra hasta 55 kilómetros dentro de la oscuridad del océano.
A partir de aquí las escalas que aguardan antes del arribo a Santiago son Olivaroa y Negreira. Ambas son poblaciones de menor escala, pero en las que las construcciones añejas de casas, templos, hórreos y fachadas se combinan de un modo virtuoso y placentero con veredas que se adentran en la hermosa campiña gallega, de vez en vez adornada por grandes mantos de agua como el de la presa de Fervenza, que se observa desde el camino a la distancia. Aquí se pueden encontrar también las muy características iglesias y parroquias enmarcadas con cementerios que forman conjuntos de un misterio cautivante. También en Negreira destaca la calzada en la que los gruesos de arcos piedra que conectan el conjunto de el Paso de Cotón con la Capilla de San Mauro.
Quienes realizan este apéndice del Camino tienen la recompensa de haber recorrido lugares legendarios y la satisfacción de ser a la vez actores y testigos de los tantos hallazgos y tesoros resguardados en estos pasajes plenos de evocaciones e incomparables experiencias.
El Camino Inglés
Esta senda era muy utilizada por los peregrinos y expedicionarios que, desde el siglo XII, bajaban desde Gran Bretaña, Alemania y los países ubicados en la región de los Mares del Norte.
El punto de partida es Ferrol, la ciudad militar naviera más importante de España. El puerto resguarda la ría de Ferrol, que antiguamente estaba custodiada por tres singulares bastiones: el castillo de San Felipe, junto con los de La Palma y San Martín; aunque actualmente sólo el de San Felipe, construido por órdenes de Felipe II, puede visitarse, para caminar entre sus roídas murallas y torres de vigía, que miran hacia el mar.
A partir de aquí el camino comprende un corta caminata de 15 kilómetros hasta llegar a la apacible villa costera de Neda, con los largos arcos de su puente moderno. De ahí se debe proseguir al siguiente punto, casi equidistante, de Pontedeume, en donde destaca su largo puente de piedra del siglo XIV y que se extiende sobre el río Eume. A sólo pocos kilómetros de esta tranquila comunidad pesquera se puede ascender hasta la cima de sus boscosas montañas y fragas en donde pervive el monasterio de San Juan de Caaviero, restaurado recientemente y que alberga un interesante museo que devela la historia de este bello asiento cenobita, nombrado como Monumento Artístico Histórico desde 1975. En la apartada grandiosidad de este escenario aún se disfruta el aislamiento buscado por los religiosos de la época para vivir en un ambiente de interioridad y recogimiento.
De ahí el caminante desciende para proseguir hasta al ciudad de Betanzos de Los Caballeros, nombrada así por la gran cantidad de familias de alcurnia que se asentaron en la villa durante los siglos XV y XVI. La ciudad, que fuera brevemente la capital de Galicia a mediados del siglo XI, muestra un elegante carácter afrancesado, en tonalidades de un blanco predominante, salpicado con acentos esporádicos en colores tan vivos como el rojo profundo o el ocre encendido.
En su Plaza de la Constitución parte la estrecha calle de Travesía do Progreso, que concentra una nutrida galería de compactos y amenos bares. Los dos templos más importantes de esta ciudad, nombrada como la capital del gótico de Galicia, son los de las iglesias de Santiago y la de Santa María de Azogue, que se encuentran en los extremos de la Plaza de Fernán Pérez de Andrade “o Bo”. Ambo recintos están vinculados por medio de un cruceiro situado entre ellos.
El puerto de Betanzos se muestra en el vértice inferior de la gran ría del mismo nombre, y la cual se adentra desde el litoral del Atlántico. La franja inferior de esta elevada villa está surcada por el río Mandeo, en cuyas aguas tranquilas navegan o descansan numerosos botes, y que es a la vez un excelente punto para hacer una grata estancia para comer, cenar, o tomar una escala vespertina.
Betanzos es fiel a su historia: cada mediados de julio su afamada Feria Franca Medieval, revive el esplendor de esta época con un amplio menú de fastuosas representaciones de la época que incluyen no sólo torneos medievales, competencias de aro y ballesta, o carreras de barriles de vino, sino también pasajes de la Inquisición, con quema de brujas y un estridente aquelarre. Otro detalle peculiar es la exposición anual de arte en telas que cuelgan como cuadros oscilantes de sus balcones, al tiempo que convierten la villa en una inesperada y sorprendente galería al aire libre. Otro de sus atractivos es el Jardín del Pasatiempo: un relajante paseo por sus amplias calzadas y en el que también se incluye un inesperado ambiente que simula una gruta con entradas de luz cenital y estalagtitas Al concluir la estancia en Betanzos bien se puede continuar directamente hacia Santiago, aunque muchos optan por incluir la visita de la gran ciudad de A Coruña, situada a tan sólo 28 kilómetros de ahí.
Esta plaza ofrece una diversidad de lugares de interés tanto antiguos como contemporáneos. Aquí se asienta la Torre de Hércules, el faro más antiguo del mundo, iniciado por el emperador Trajano. Este amplio parque marino incluye el gran acuario de Finisterrae, con atracciones de focas, tiburones y pulpos. Cerca de ahí está el parque San Pedro: una elevada plataforma verde desde la que se alcanza a divisar toda la ciudad y el litoral de la costa Atlántica. En el lado opuesto de la bahía se alza la Torre del Milenium, un moderno obelisco iluminado que narra la historia de Galicia.
La ciudad también tiene museos modernistas como el Domus, que muestra una innovadora visión interactiva del cuerpo humano; en tanto que en jardín donde se ubica su icónico quiosco Alfonsino, se aloja el Museo de las Ciencias. Asimismo, mirando al mar encontramos las típicas casas y edificios de galerías acristaladas que ven hacia el muelle.
Sin embargo, el corazón del casco antiguo de A Coruña esta centrado en la magna plaza de María Pita, célebre heroína y reina gallega que ayudó con su espada a derrotar a las fuerzas invasoras del temible corsario Sir Francis Drake.
Dejando atrás esta gran urbe portuaria se retoma la cuesta ascendente para hacer la escala del día en el diminuto caserío de Bruma, en donde los albergues son enmarcados por un territorio densamente boscoso, frecuentemente envuelto en la niebla que da lugar a su nombre y que le presta esa atmósfera singular, cargada de un aura de misterio.
Al salir de esta estancia, el Camino Inglés prosigue hasta Sigueiro, un compacto poblado del interior en el que destaca el área recreativa de la Illa do Refuxo, un amplio remanso rural bañado por anchos canales y caídas de aguas que brindan un espacio de serenidad que bien comulgan con el espíritu de los peregrinos y los amantes de la naturaleza.
De aquí en adelante el tramo para llegar a Santiago rebasa las demandantes pendientes, para correr en vez por tersas planicies que anticipan el ansiado arribo a las puertas de Santiago de Compostela, con sus nobles calles que acompañan al viajero hasta las puertas de su elevada Catedral y sus encumbrados campanarios.
Al arribar a Santiago se dejan atrás los ambientes rurales que tanto evocan el espíritu de los caminantes, muchos de los cuales quedan prendados para repetir incluso el mismo trayecto en repetidas ocasiones, o bien inspirados para explorar las demás opciones de la constelación de caminos que llevan al venerable Santuario, tal vez como un reflejo de las constelaciones nocturnas en el firmamento que enmarcan este sitio que, después de milenios, aún sigue imprimiendo su llamado en los sentimientos y aspiraciones del hombre.