Los Cautivantes Reflejos del Zimapán

La extensa laguna y su minúscula isla son un apacible santuario para los pescadores deportivos y los amantes de los paisajes lacustres

Quienes, desde la resequedad urbanística de la zona metropolitana del Valle de México, añoran el contacto con los paisajes acuáticos, pueden satisfacer su deseo realizando trayectos de casi idéntica duración (3 horas y media en promedio). El más común es dirigirse a las costas del Golfo o el Pacífico para disfrutar de sus playas, o bien tomar una ruta diferente hacia el interior del Bajío para llegar a un espacio casi semioculto, pero gratamente sorprendente: la laguna de Zimapán. Este entorno natural tiene la virtud de devolvernos la gran satisfacción de sentirnos nuevamente descubridores, ya que para llegar a ella tenemos que recorrer los desconocidos caminos que atraviesan la semiárida y montañosa orografía de los flancos del sureste de la Sierra Gorda de Querétaro, en pos de lo que a momentos, parecería ser solo un espejismo.
Pero si perseveramos dejando atrás esa momentánea sensación de extravío, aventurándonos más allá de la siempre imponente Peña de Bernal, en menos de una hora podemos hallarnos frente a la primera vista del sinuoso y ancho brazo del río San Juan, que avanza como un surco húmedo entre las colinas de la serranía. Este segmento del río que avistamos, mientras conducimos por un buen camino empedrado, es en realidad la primera imagen de la presa de Zimapán, aunque para llegar a ella aún debemos descender un poco más, mientras disfrutamos los amplios panoramas de estilo “western” que flanquean el camino, que finalmente nos conduce hasta el pequeño poblado de Tzibanzá, asentado a orillas de la laguna.

La isla y su hotel de cabañas son el eje de partida
Al llegar a este punto, lo primero que llama la atención es la vista sorpresiva de un pequeño y frondoso islote situado en medio de sus aguas. Antes de la construcción de la presa hidroeléctrica, que lleva el nombre del insigne Ing. Hiriart, este lugar era sólo un promontorio a la vera del río. Sin embargo el nuevo nivel de las aguas inundó su parte posterior, circundándolo por completo, para transformarlo en un oasis lacustre. La Isla, como se le conoce actualmente, se distingue por la original y caprichosa arquitectura de sus cuartos elevados por gruesos pilotes de concreto. Su singular diseño consta de un armazón de viguetas y cordeles que tensan una lona plástica en forma de techo de dos aguas. Su aspecto inusual, que contribuye a aumentar la sensación de hallarnos en un lugar ignoto y sorprendente, parece inspirado en las típicas aldeas de las costas de África o los Mares del Sur.
Además de estos aposentos, La Isla cuenta con un comedor de amplios ventanales, desde los que se miran sus jardines floreados de bugambilias multicolores, grandes cactos y palmeras enanas. Por las noches, en su exterior, también se puede solicitar el servicio de una fogata ardiente para cenar al aire libre algún platillo asado a las brasas, mientras se observa un espectáculo muy frecuente en estos lares: una nítida bóveda celeste repleta de una infinidad de estrellas y constelaciones.
Durante el día, los huéspedes de la isla pueden relajarse en la alberca y su terraza entramada que mira al cerco del lago, en un ámbito muy logrado de confortable descanso y placidez.
Y para trasladarse a tierra firme, el hotel también cuenta con un pequeño muelle que a su vez sirve como punto de partida para tomar una lancha rápida que nos lleva a conocer los dos principales recorridos de esta presa kilométrica.

Iniciando la navegación
El más largo conduce normalmente a la punta norte, en la que se asienta la barrera de la cortina. El viaje redondo suele tardar alrededor de 40 minutos, aunque si uno gusta adentrarse en los cañones que se ramifican a partir de la vía principal del caudaloso Río San Juan, o detenerse en alguno de sus playones, el tiempo puede pasar a un segundo término, ya que en todo momento la navegación nos muestra un espacio pleno de vistas inesperadas, entre las que destacan sus escarpadas riberas, salpicadas de enormes cordilleras y cimas que pueden sobrepasar los 200 metros de altura. Otra opción para embarcarse son los lanchones que parten las pequeños muelles situados delante de los restaurantes típicos asentados especialmente en las orillas de la amplia laguna que se forma delante de la cortina. La otra ruta a tomar consiste en una travesía más corta (15 minutos de ida y vuelta), que nos lleva hacia el otro extremo de la presa, En este tramo se observa como el río adopta una configuración muy diferente, siguiendo una forma sinuosa y flanqueada de enormes monolitos y altas paredes escarpadas, que aparecen en tanto su cauce se estrecha gradualmente. Su último tramo permite apreciar vistas impactantes, como las de las ramas torcidas de las copas de árboles sumergidos, que contrastan con las vertiginosas alturas de sus rugosas paredes y rojizos peñascos. En este trecho las lanchas tienen que navegar lentamente para evitar el riesgo de colisiones. Finalmente nuestra navegación llega al vértice que marca el segmento final del río. Aquí uno puede retornar, o bien desembarcar y caminar una vereda de extensión variable, –según si se trata de época de lluvias o de secas–, para llegar al recodo donde se encuentran un pequeño balneario natural formado por pozas rústicas de manantiales calientes y templados. En nuestro caso la extensa temporada de torrenciales aguaceros acaba de terminar, y solo tuvimos que caminar pocos minutos para llegar a este sitio llamado Daxinab.

Un paraíso para la pesca deportiva
Por lo contrastante del paisaje y la configuración de los ríos que conforman la presa, recomendamos emprender ambos recorridos, tanto hacia la cortina como a los manantiales. Para amenizar el trayecto, también se puede acordar con el guía hacer algunas paradas para intentar capturar el pez emblemático de Zimapán: la lobina, una especie que atrae a aficionados de la pesca deportiva de muchas regiones del país, así como extranjeros que vienen incluso desde Estados Unidos o Brasil.
Y es que Zimapán esta considerado como una de los principales presas del altiplano para la pesca recreativa, y aunque en sus aguas también se llegan a practicar el esquí y el veleo, la pesca es sin duda el deporte dominante.
A lo largo del año se realizan cinco eventos que congregan numerosos equipos de competidores. En enero se realiza “La Calentona”, organizada por la cooperativa local de Tzibanzá y posteriormente, con un compás de espera de 2 meses entre sí, se celebran cuatro torneos denominados “seriales”. Las competencias se llevan a cabo según la regla de “captura y libera”, que permite preservar la vida de las lobinas que pican el anzuelo. Estos peces alcanzan a medir hasta más de 40 centímetros y pesar 4.5 kg Roberto, nuestro experto guía, nos llevó a pescar en varios puntos de las orillas de la laguna. Por la llegada de los primeros fríos del año, no había tantos peces. Sin embargo. después de varios intentos infructuosos, al fin de la jornada picaron 3 ejemplares de pequeña talla. Fuera del agua llama la atención su piel aceitosa caracterizada por tonos verdosos, y una textura manchada, que le dan una bella apariencia.

Manos a la obra
Después de la captura Roberto procede, con mano firme y delicada, a desengarzar el anzuelo de las comisuras de su boca. Inmediatamente la lobina se libera agitadamente para luego desaparecer bajo la tranquila superficie de la laguna. Durante sus salidas, los pescadores repiten incontables veces este ritual que acompaña su tarea, la cual muchas veces inicia desde el amanecer y no concluye sino hasta horas avanzadas de la tarde.
Así esta relación de presa-cazador, marca el ritmo de los días dedicados a la pesca deportiva. Sin embargo en Zimapán también se practica la pesca comercial de su otra especie típica: la mojarra. Y para mantener una población sana, su captura se encuentra regulada, por lo que puede entrar en diferentes periodos de veda que pueden abracar desde semanas hasta un año entero.

El sistema de “captura y libera” de la paciente pesca deportiva
Las jornadas de pesca pueden exigir largas horas de espera para los pescadores de alto rendimiento. Sin embargo una vez atrapados los peces se sacan fuera del agua , donde se les sujeta para desengarzar cuidadosamente el anzuel, antes de lanzarlos nuevamente a la laguna.

Los dos habitatntes de las aguas de Ziampán son:
LOBINA
Es el pez codiciado para le pesca deportiva. Es un pez de tamaño variable. Los pequeños tienen un largo de 24 cm, en tanto que los grandes alcanzan a medir hasta 40 cms y pesar 14 kg
MOJARRA
Es la presa de la pesca comercial. Puede entrar en periodos de veda, que van desde semanas, hasta un año entero

Descanso y buena mesa
Cuando las condiciones de la temporada lo permiten, en los comedores de la laguna, se pueden disfrutar diversos platillos elaborados con estos dos peces locales, tan codiciados. Incluso la lobina se apoda como “el robalo de agua dulce” por su delicioso sabor.
Sin duda, descubrir todos estos atractivos hacen de Zimapán un lugar que entusiasma e invita a conocer y visitar. Sin embargo es importante advertir que el hospedaje en Zimapán es limitado. Además de las ocho cabañas de La Isla, existe un módico hostal junto al embarcadero de Tzibanzá, situado en la planta superior del restaurante “El Anzuelo”.
Para albergar a más turistas, varios de los lancheros y guías de la cooperativa también ofrecen cuartos acondicionados para visitantes. Asimismo existe una zona de acampar contigua al embarcadero, sin embargo en época de lluvias alcanza a anegarse ocasionalmente, por lo que una visita en fin de semana o temporada alta, requiere de reservaciones y preparativos con suficiente anticipación.

Avistamiento de las aves
Una vez atendidas estas consideraciones prácticas, la estancia en Zimapán siempre promete una experiencia grata. Sin importar si se va en plan de descanso o deportivo, en todo momento su ámbito fluvial se acompaña por el vuelo de las aves. Pequeños patos negros de pico blanco, afiladas garzas blancas y grises, buitres, cuervos, al igual que gavilanes de jaspeado plumaje y águilas, son parte de esta extensa fauna alada que surca los aires en un vuelo de libertad.
Y mientras planeamos sobre las tersas aguas de la laguna, impulsados por el avance de una lancha rápida, compartimos brevemente esa misma sensación liberadora. Este grato sentimiento es una parte de las experiencias que nos aguardan cuando visitamos este lugar cautivante e imborrable, resguardado en los remotos confines de Querétaro e Hidalgo.

Travel Tips

• Esta zona limítrofe entre Querétaro e Hidalgo ha sido milenariamente territorio de los pueblos otomíes, con poblados y lugares cuyos nombres poseen una extraña y evocadora eufonía como Tzibanzá, Tziquia o Txidi.

• La presa/laguna se encuentra en el vértice de los estados de Querétaro e Hidalgo.
• Portar bionoculares es altamente recomendado para apreciar las lanchas en movimiento, así como el vuelo espectacular de sus muchas variedades de aves, como águilas, gavilanes y garzas.
• El trazo de la presa, en forma de “boomerang” se extiende por 38 kilómetros. Recorrerla en su totalidad puede tomar cerca de 2 horas de navegación.
• La Isla es el eje de donde parten los principales recorridos para conocer la presa, cuyo aspecto cambia dramáticamente, dependiendo si es temporada de lluvias o de secas.

• Además de las lanchas deportivas también se puede pasear en barcas tradicionales que zarpan tanto de La Isla como de los pequeños embarcaderos situados a un costado de la cortina de la presa.
• Una Altura Descomunal
en los puntos más altos las montañas y peñascos llegan a sobrepasar los 200 metros de altura. En cuanto a la profundiad de la presa, ésta registra calados de hasta 150 metros.

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