Tras las venerables huellas del
Imperio del Nilo
Herodoto, el gran historiador griego, afirmó hace ya muchos siglos, que quien no conocía Egipto, no conocía la historia. Esta frase lapidaria sigue resonando aún en los tiempos contemporáneos, en los que nos atrae poderosamente el impulso de mirar atrás y descubrir la grandeza de civilizaciones antiguas, que son pilares de mucho de lo trascendental que subsiste y permea nuestro mundo presente.
Sin embargo pretender comprender ese Egipto ancestral sin empaparse, real o literalmente, en las aguas del Nilo es una tarea imposible. Debido a ello el hacer en persona la navegación de esta arteria vital es un anhelo de muchos viajeros que desean develar sus historias, acercarse a sus secretos y retornar al mundo actual transformados por esta experiencia.
Egipto fue eje de las civilizaciones antiguas hasta que cayera bajo el dominio de más de mil años por parte de Islam. En 1798, la ocupación francesa hizo que el velo que lo apartaba del resto del mundo se descorriera nuevamente, para inspiración y disfrute de la cultura universal.
Navegando la Historia
Recorriendo Tres Mil Años de Hechos y Leyendas
Los templos y monumentos esparcidos en las largas riberas del Nilo nos remontan a una especie de colección reunida a lo largo de muchos siglos, en la cual sorprende su continuidad y armonía estilística y arquitectónica, evidentemente ajenas al vaivén de las modas que marcan la cultura contemporánea. Egipto es sobretodo imagen de permanencia y su extensión se da en el tiempo y también en la geografía. Durante muchas décadas fue considerado el río más grande del mundo, aunque mediciones recientes sitúan sus más de 6,850 kilómetros a una corta distancia por debajo de la del Amazonas. La distancia está tomada desde sus fuentes en el lago Victoria, pero no eran las que incidían en la vida del antiguo Egipto, ya que el río sólo es navegable a partir de Alejandría, en la desembocadura del mediterráneo, hasta la frontera austral ubicada en Asuán. Sin embargo la parte medular de esta gran civilización parte desde Luxor hacia el sur, que es la ruta descrita en esta breve travesía por el corazón fluvial de Egipto.
Bitácora de Navegación
La ruta más común para llegar a Luxor es partir desde El Cairo en un vuelo que toma poco más de una hora. Una vez ahí hay que llegar al puerto fluvial de la ciudad de Luxor, situado sobre la riviera del Nilo, donde un enjambre de embarcaciones tienen su punto de partida.
Existen varias opciones para recorrer el largo río, aunque la más común suele tomar tres días (considerando sólo el trayecto de descenso) en donde se visitan algunos de los sitios más renombrados del Antiguo Egipto como: Tebas, el Valle de Los Reyes, el palacio de la Reina Hatshepsut y los soberbios centros ceremoniales de Edfú y Kom-Ombo.
El recorrido en barco culmina en la ciudad de Asuán, en donde lanchas pequeñas nos conducen ágilmente hasta la delgada isla donde se alza el bello templo de Philae. Aunque para llegar al último destino del viaje hay que cubrir, ya sea por tierra o aire, el restante tamo del extenso desierto que nos deja finalmente en Abu Simbel. Ahí sus inmemoriales estatuas gigantes y faraónicas miran fijamente hacia el vasto litoral de la presa. Al concluir la visita a esta grandiosa escala aún podemos aventurarnos brevemente en la parte norte de la legendaria Nubia y vislumbrar sus pequeños poblados, que observamos desde las altas sillas de nuestra indispensable cabalgata en camello.
LUXOR
La antigua capital del Nuevo Imperio de Egipto es el marco ideal para adentrase en el
ancho fluir del Nilo
Caminar por Luxor es ingresar a un espacio monumental que ha servido de asiento a diferentes cultos de la civilización egipcia, durante más de 3,500 años.
Esta era la ancestral metrópolis denominada por Homero como La Ciudad de las Cien Puertas y que los griegos bautizaron como Tebas, en honor a la ciudad del mismo nombre situada en la península helénica.
El nombre de Luxor, deriva de la voz árabe que significa Ciudad de los Palacios. Este sitio, nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad, es considerado el centro de culto religioso más antiguo del mundo.
La evocadora longevidad que se percibe al recorrer su amplia traza y pasillos flanqueados por altísimas columnas que ascienden hacia el azul del cielo, proviene de su milenario rol como capital del reino del Antiguo Egipto, título distintivo que ostentó por cerca de 1,500 años.
La construcción de este ambicioso complejo se atribuye principalmente a Amenhotep III y a Ramsés II, aunque otros emperadores fueron aportando obras sucesivas para embellecerla, interés que prosiguiera incluso
el propio Alejandro Magno.
Su centro ceremonial más importante es el eje que forman entre sí los Templos de Luxor y de Karnak. Ambos santuarios estaban consagrados principalmente al dios de dioses: Amón, con sus variantes de Amón-Ra y Amón- Min y se unían por medio de una larga avenida de dos kilómetros franqueada por las estilizadas figuras sedentes de 700 esfinges con cabezas de carnero.
Luxor ostentaba dos grandes obeliscos, uno de los cuales fue obsequiado, en 1832, por el valí de Egipto, Mehemet Alí (o Mohammed Alí, homónimo del gran púgil de boxeo) al rey de Carlos X de Francia. Este es universalmente conocido, ya que se alza en el corazón de París, presidiendo el centro de la Plaza de la Concordia, ubicada en la emblemática avenida de los Campos Elíseos.
Los Capiteles Egipcios
Los capiteles egipcios se caracterizan por una exhuberante variedad de formas emanadas de la vegetación que se asienta a lo largo de las riberas del Nilo
El capitel, una forma empleada por la arquitectura de la mayoría de las culturas de la antigüedad, tuvo su origen en Egipto. Es un elemento a la vez decorativo y estructural, que une
y da soporte al dintel con la columna.
La gran riqueza de formas que vemos en los templos y complejos deriva principalmente de la inspiración en la gran diversidad de formas halladas en la naturaleza. Aunque hay muchos motivos repetitivos basados en el papiro y flores nativas, como la del loto, su estilización puede provenir de muchas otras formas halladas en su vegetación. Muchas de ellas rematan en formas de campanas abiertas, o también en diseños intricados y compactos.
A su vez las columnas egipcias tienen una rica partitura de diseños que van más allá de las formas tradicionales empleadas posteriormente en los monumentos de Grecia, Roma y Occidente.
Para identificar el gran repertorio de variantes de estos elementos del arte egipcio debe uno familiarizarse con diversos términos académicos como: papiriformes, lotiformes, compuestas o las austeras protodóricas. También es fácil reconocer las denominadas como athóricas u osíricas, ya que emplean bustos y cuerpos humanos que le dan a los templos y monumentos un aspecto expresivo y enigmático, asumiendo la forma de personajes y centinelas que aún resguardan sus secretos inmersos en
el curso milenario de su historia.
La Antigua Tebas
Los Obeliscos Monumentales
El nombre de la gran metrópolis de Tebas en Egipto toma su nombre de la ciudad de Tebas en la antigua Grecia, ubicada tan sólo a cerca de 40 kilómetros al noroeste de Atenas. En la cultura helénica fue una ciudad relevante por su historia y como el hogar de importantes personajes y deidades mitológicas.
En el suelo egipcio Tebas abarcaba una gran extensión, ya que además de ser el asiento en donde actualmente se ubica el binomio de Luxor y Karnak, también comprendía las grandes necrópolis de los valles de los Reyes y las Reinas, así como el santuario de los colosos de Memnón.
Sobre uno de sus principales patios aún se eleva el monumental obelisco erigido por Hatshepsut. Otra vista sobresaliente está conformada por el dromos o Calzada de los Dioses con sus emblemáticas esfinges de carneros.
Necrópolis de
LA REINA HATSHEPSUT
Por sus cantos lineales y estricto minimalismo, el santuario de Hatshepsut es un espacio único dentro de la arquitectura sacra del antiguo Egipto
Para llegar hasta la larga explanada en donde se encuentra la fastuosa arquitectura que conforma a Deir el Bhari, el templo funerario de Hatshepsut, la reina-faraón que dominara el Alto y el Bajo Egipto alrededor de 1,500 años antes de la era cristiana, hay que apartarse de la suave navegación en el Nilo y adentrarse por tierra en la austera rigidez del desierto.
Sin embargo, una vez realizado este breve trayecto, nos aguarda una inesperada recompensa: la vista de un vasto complejo que ha sido llamado como el Djeser-Djeseru o “La maravilla de maravillas” de Egipto. Su elemento principal es un alargado edificio ubicado al pie de las altas paredes de los rugosos acantilados en tonos arena y naranja que enmarcan este imponente escenario.
En el diseño del templo destaca su larga rampa central que asciende gradualmente, permitiéndonos acceder cómodamente a sus amplias terrazas dispuestas en dos cuerpos sucesivos de tres niveles. En ellas destacan sobretodo la armonía de sus columnatas y la sencillez de su traza lineal por las que ocasionalmente deambulan furtivas figuras ataviadas con las túnicas y turbantes típicos de la vestimenta tradicional de los moradores del desierto.
El nombre de Senemut, canciller y arquitecto real de este periodo, está ligado a las tareas de la construcción y diseño del santuario de Hatshepsut. La mayoría de las columnas de la obra son de planta rectangular, sin embargo, de forma espaciada, y especialmente hacia los extremos de sus largos corredores laterales podemos ver pilares osciriacos, con figuras de cuerpo completo, que muestran los brazos cruzados sobre su pecho, sosteniendo un cetro y adornadas con las altas coronas de los faraones y sus puntiagudas barbillas.
Asimismo en la capilla dedicada a la diosa Hathor, situada en la parte posterior del palacio fúnebre, encontramos pilares de los que deriva el estilo hatórico, caracterizado por rostros labrados en los capiteles, representando el bello y sereno rostro de esta deidad asociada a los goces del placer y el amor. De igual manera en el mausoleo también hallamos representaciones de la reina, al igual que pinturas y relieves que narran su nacimiento y vida, así como el viaje a Punt, un país exótico que se hallaba en las orillas del Mar Rojo.
La figura de Anubis, el dios de la muerte, era también venerada en su capilla sostenida por altas columnas protodóricas, y con pinturas representando su fisonomía de estilizado can negro, que puede aparecer con forma natural de animal, o bien en combinación con la figura humana.
Desde cualquiera de los puntos de la necrópolis, el viajero se siente atraído a elevar la vista para contrastar la nitidez del arte del mausoleo con lo accidentado de las cumbres y el azul polarizado del cielo.
EDFÚ
La estatua de Horus, el dios-ave y centinela del templo erigido en su honor, es una de las obras maestras de la escultura egipcia
Continuando la navegación descendiente por el Nilo, a unos 80 kilómetros de Luxor llegamos a Edfú, el lugar dedicado a la veneración del dios Horus, representado por su elegante y astuta figura de halcón. El culto a Horus infunde los orígenes de la civilización egipcia. Era el dios del cielo, la guerra y la caza.
Edfú es también el mítico escenario de la batalla entre Horus y Seth, quien era a la vez, tío y culpable de la muerte de su padre. En la batalla Horus sale victorioso, logrando así vengar a su padre y recuperar el trono que le había sido usurpado, para convertirse en el dios del Bajo Egipto y posteriormente de la totalidad del reino.
Una de las piezas mejor logradas de la escultura egipcia se halla cerca del patio de Augusto, al traspasar uno de los primeros grandes muros reclinados, o pilones, que resguardan este sagrado recinto. En ella aparece Horus como un halcón señorial con manto y corona de faraón.
De Edú partían caravanas hacia el oasis de Jarga, el mayor de Egipto, en el Sahara occidental y las minas hacia el sureste, así como el comercio hacia el Mar Rojo. Actualmente Edfu es una escala destacada que nos permite admirar este templo, considerado como el mejor preservado de la era de los faraones ptoloméicos, los cuales imprimieron su ascendencia griega en tanto eran asimilados por los enigmas y riquezas de esta tierra legendaria.
KOM-OMBO
Un elemento sobresaliente de Kom-Ombo son sus columnas asíricas, caracterizadas por las grandes figuras del faraón, con sus ojos abiertos hacia la eternidad
Kom-Ombo es un sitio de gran atractivo en donde, tanto al amancer como en el ocaso, la luz del sol acentúa sus formas y relieves inscritos en sus paredes que adquieren tonalidades de colores oro y naranja. Este templo representa la antesala de los templos diseminados a las orillas del Nilo antes de arribar a la ciudad de Asuán, último punto del trayecto fluvial por este legendario río.
Parte de su arquitectura aún se encuentra en un notable estado de conservación que permite visualizar la estructura antigua de su templo consagrado principalmente al culto a Sobek, el temible dios-cocodrilo, que por sus cualidades de fiereza y astucia, se empleaba como símbolo del poder del Faraón.
Kom-Ombo es un templo tardío que data cerca de 200 años antes de la era cristiana. Fue construido por la dinastía de los emperadores ptoloméicos y siempre cumplió el rol de bastión militar, ya que era un enclave estratégico para el comercio e intercambio entre los nomos o territorios del Alto Egipto y sus remotas fronteras al sur con el país nubio.
Los magníficos relieves e inscripciones en toda la epidermis de sus muros y columnas nos revelan a diversas deidades como Haroeris, forma antigua del dios halcón, a igual que de Isis, diosa de la fertilidad,
A lo largo del recinto se aprecian diversos relieves de Sejmet, diosa de la guerra y la venganza, con su cabeza de leona. Por ser hija de Ra ella porta el disco solar sobre su cabeza.
Otro punto destacado de Kom-Ombo es el relieve de sus altas figuras, que parecen caminar en sus muros realizando diversas ofrendas. De igual manera llama la atención los dibujos de diversos instrumentos de medicina, ya que Sejmet también era diosa de la curación de los enfermos,
Muchos pasajes de este mundo mitológico están plasmados en sus columnatas, que bien ascienden hasta su altura original, o yacen cortadas a la mitad.
PHILAE
Una pequeña flota de embarcaciones lleva a presenciar la deslumbrante visión uno de los templos más exquisitos y mejor preservados de todo el mundo antiguo
Para llegar a Philae hay que tomar un breve recorrido en autobús que parte de Asuán para después llegar hasta un pequeño embarcadero, de donde parten las lanchas que nos llevan hacia la alargada isla de Agilkia, en donde se alza este templo de belleza sin igual.
Philae fue un magno centro religioso dedicado a la adoración de Isis. Fue construido a mediados del siglo IX A.C. y su fama se extendió más allá de sus fronteras, siendo mencionado por grandes escritores romanos como Séneca y Plinio el Mayor. Se le considera el sitio en donde la práctica de la religión egipcia pervivió por mas tiempo, hasta que el emperador Justiniano, ordenara finalmente su clausura a mediados del siglo VI D.C.
Como el resto de Egipto, permaneció cerrado al contacto con la civilización occidental por más de mil años, pero a partir del siglo XIX cobró un gran interés entre los viajeros extranjeros.
En 1960, gracias a la UNESCO, la totalidad del templo fue cambiada de su sitio original a la nueva isla, ya que la construcción de la presa de Asuán la había sumergido bajo las aguas.
Es el conjunto ceremonial mejor preservado de Egipto y el lugar donde sus pilones monumentales, explanadas y cámaras lucen su antiguo esplendor. A un costado de la nave principal se encuentra el kiosco que el emperador Trajano mandó construir para resguardar la barca de Isis, y que forma un acento especial que se añade a la magnificencia y embelezo que produce en el espectador este ámbito único y cautivante.
Delante de la costera de Aswan se ven surcar los elegantes y altos velámenes de innumerables falucas que son las embarcaciones de vela tradicionales que viajan por el Nilo desde tiempos ancestrales. Una vez desembarcados de los grandes hoteles fluviales, este medio de transporte nos brinda la oportunidad de experimentar la navegación del Nilo de una manera más íntima y natural, en contacto con la refrescante brisa que protege del intenso calor de Aswan. La faluca también nos ayuda a transportarnos también en el tiempo en compañía de la de un barquero egipcio, envuelto en su sarán blanco, que actúa también como guía conocedor de la ruta y los principales atractivos de la zona.
Veleando Hoy al Igual que Ayer
Las falucas ofrecen recorridos turísticos por las riberas del río en donde se pueden apreciar diferentes configuraciones por las que el agua avanza, ya con un menor cauda, antecediendo la primera catarata del Nilo, ubicada pocos kilómetros adelante.
El recorrido suele tomar un amplio lapso que nos permite observar tranquilamente el paisaje rodeado de colinas con templos y palacios intemporales que se perfilan a la distancia, al igual que internarnos en estrechos cauces rocosos en donde las barcas avanzan lentamente y casi detenidas, mientras el Nilo se convierte en apenas un pequeño arroyo.
A su vez, tomando otro de los brazos del río pasamos cerca del punto sur de Asuán, en el que se encuentra el legendario hotel del Old Cataract, en donde la escritora Agatha Christie residiera por algunos años, plasmando en sus páginas la célebre novela policiaca de Muerte en el Nilo, que fuera llevada al cine con Peter Ustinov en el papel del detective Hércules Poirot. Desde el balcón de su suite se observa la isla Elefantina, dedicada al dios Khnum, quien presidía sobre la catarata y las grandes inundaciones estacionales, que fueron parte de la cultura de Egipto por miles de años. Tanto la isla como el hotel forman una estampa indeleble en este sitio que aún mantiene esa aura evocadora “de película”.
ABU-SIMBEL
La grandeza de esta maravilla milenaria, es el evento cumbre que aguarda a los viajeros en el remoto confín del desierto, cercado por las aguas de una gran presa que lo envuelven como un espejismo
Admirar el monumento erigido a Ramsés II, así como a las principales deidades del Abu Simbel es sin duda el lugar más grandioso y espectacular de la larga travesía en el Nilo iniciada cientos de kilómetros atrás, en Luxor. Curiosamente el nombre de este lugar, identificado por su gran escala, procede del apelativo de un pequeño niño quien, en el año 1813, guiaba a los expedicionarios hasta el pie de las ruinas, en las que sus cuerpos monumentales estaban casi cubiertos por el manto de las arenas de esta región del Sahara sudoriental.
Años más tarde los gigantes iban a quedar nuevamente sumergidos, esta vez por las aguas de la presa Nasser, pero a partir de 1968, en un esfuerzo emprendido por la comunidad internacional fueron reubicados en un montículo artificial por encima del nivel del vasto espejo de las aguas, desde el cual parecen contemplar la vasta panorámica del lago artificial que se pierde en el horizonte.
Este complejo, junto con Philae, forma parte de los Monumentos Nubios, declarados como
Patrimonio Cultural de la Humanidad, por parte de la UNESCO.
Abu Simbel es sin embargo una obra que precede a Philae por más de un siglo, ya que su construcción data del año1350 A.C. y es el mayor legado que dejara el legendario faraón egipcio Ramsés II, a los dioses Ra Korahty, Ptah y Amón, así como a su memoria, cuando él mismo había sido deificado, y la de su esposa Nefertari.
Luciendo así su antiguo esplendor, el magno complejo de Abu Simbel es el conjunto ceremonial mejor preservado de Egipto está dividido en dos enormes formaciones pétreas que albergan los templos consagrados a Ramsés y Nefertari. Sus escarpados volúmenes están asentados sobre una extensa plataforma de piedra caliza, pintada en tonos pálidos.
La entrada al interior del santuario principal está precedida por cuatro colosales figuras de Ramses II, que se alzan hasta 20 metros de altura y antecedidas por una hilada de figuras de halcones, en honor al dios Horus. Dentro de la cámara subterránea resaltan ocho grandes columnas con figuras de cuerpo entero y que siguen la imagen de Osiris.
En esta antecámara se presenta un sorprendente evento que anualmente infunde nueva vida a las esculturas sedentes que se hallan en su interior. Durante el día 22 de los meses de octubre y de febrero, los rayos del sol acuden a penetrar por el pasillo principal hasta iluminar las figuras de Ramsés y el dios Ra, que normalmente yacen a oscuras. Este suceso se repite cada año con precisión astronómica y es muy aguardado, sin embargo curiosamente la figura del dios Ptah, regidor del inframundo, permanece en la oscuridad, simbolizando el misterio de el mundo más allá de la vida.
Al salir del templo de Ramsés II, en donde existen diversas pinturas e incrustaciones que hablan de los triunfos del faraón y sus principales batallas, nos dirigimos al segundo complejo, dedicado a la reina Nefertari. Su acceso está flanqueado por seis figuras que se mantienen en pie y que corresponden al mismo faraón y Nefertari, luciendo diferentes coronas y tocados sobre sus cabezas, que enfatizan tanto su poder terrenal como religioso.
Uno de los propósitos que impulsó la magnificencia de Abu Simbel era el de crear monumentos capaces de impresionar a los países vecinos acerca de la grandeza del imperio egipcio, un efecto que aún se preserva frente los ojos de los visitantes del Siglo XXI.
El País Nubio
El punto final de la aventura en el Nilo desemboca en el territorio del país nubio, que marca un severo contraste con el camino acuático seguido durante la mayoría del trayecto. Aquí desembarcamos desde lanchas pequeñas que nos dejan en el suelo arenoso que delimita la quieta orilla de este último tramo del Nilo.
Esta vez, en lugar de navíos, el medio de transporte para avanzar por el desierto es el camello, que hay que montar para realizar la cabalgata de cerca de 20 minutos que conduce hasta una modesta aldea con arquitectura típica, de muros de tierra encalados de blanco y vivos acentos de color. Sus habitantes son de raza negra y reciben cordialmente a los visitantes en sus comercios, donde se ofrecen mercancías de ropa típica, artesanías y el contacto directo con la fauna originaria de la zona, como un cocodrilo bebé, ampliando nuestro conocimiento y experiencia con este ámbito distante que por siglos pareció ser la última frontera del Nilo, ya que el descubrimiento de su origen remoto en el lago Victoria, ubicado en Tanzania, no se dio sino hasta 1858. Pero esta la narración de saga habrá que aguardar, ya que es materia…de otro viaje.