Tras las murallas de Ávila
Una fortaleza viviente que resguarda, no sólo una ciudad admirable, sino parte del pasado de España
Al viajar a través del paisaje ondulante de las colinas de Castilla, de pronto el camino nos revela sorpresivamente el sólido y aserrado contorno de las murallas de Ávila. Y así, esta visión súbita y alucinante se convierte en un episodio imperecedero que se anida hondamente en los surcos de nuestra memoria.
Y es que sin duda Ávila es un enclave incomparable, caracterizado principalmente por ese extenso cerco que se extiende como una serpiente pétrea que repta entre los rasgos del paisaje, quizás para defenderla del desgaste que suele arrasar ciegamente con tantos otros lugares milenarios.
Sin embargo, además de sus muros, Ávila también posee otros distintivos y cualidades únicas que merecen un reconocimiento aparte:
Es la ciudad más elevada de España, por lo que su apariencia muta notablemente de acuerdo a la coloración de las estaciones del año, y también posee la catedral gótica más antigua en el país (El Salvador). Otro de sus galardones se debe a que está reconocida como el recinto medieval mejor preservado de la península ibérica y, durante las noches, su escenografía de luces ambarinas, la convierte en el espectáculo iluminado más grande del mundo.
Curiosamente, uno de los mayores peligros que enfrentaron sus defensas, no fue el de algún ejército invasor, sino el furor modernista de principios del siglo XIX que planteó la insensatez de derribar sus murallas, para abrir paso al progreso. Afortunadamente la insigne villa se salvó gracias a que fue nombrada, en 1888 como Monumento Nacional, y casi un siglo después, en 1982, Conjunto Histórico-Artístico. Seguidamente, en 1985, la UNESCO declaró a sus murallas, junto con el casco histórico y cuatro iglesias y templos extramuros, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Asimismo, en 2007 se añadieron a este reconocimiento internacional, cinco iglesias más.
Datos de la fundación de Ávila se remontan al siglo I antes de la era cristiana. Gradualmente la villa fue adquiriendo su coraza bélica, ya que fue un enclave vital para las luchas que emprendió España para emanciparse de la dominación árabe. Debido a su posición estratégica entre las latitudes norte y sur, la ciudad fue ocupada en múltiples ocasiones por bandos y culturas contrincantes.
Y a pesar de ser la sede de tantas contiendas, su rostro rudo contrasta inesperadamente con la gran aura mística que le confirieron personajes de la talla de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, quienes sobresalieron por su labor humanista y religiosa, desarrollada a principios del siglo XVI. Santa Teresa es oriunda de Ávila y su importante convento es uno de los sitios más buscados por quienes visitan la ciudad.
A lo largo de los siglos Ávila ha experimentado momentos de esplendor, como en el Siglo de Oro español, al igual que trances de decadencia y abandono. Sin embargo nunca ha perdido su capacidad de inspirar y evocar la imaginación de grandes personajes y autores, siendo exaltada por la pluma de Gustavo Adolfo Bécquer, Miguel de Unamuno y Camilo José Cela, entre muchos otros. Igualmente varios reyes, como Alfonso VII, VIII y XI, se refugiaron en ella durante períodos críticos vividos durante sus mandatos.
Hoy se la puede visitar en las tonalidades ocres y terrozas de los meses de calor, o cubierta por una nieve embelezante que pinta plazas, patios, calles y edificios con una estética invernal, durante los meses de frío.
El interior de Ávila es rico en espacios culturales, con más de una decena de monasterios, santuarios y templos, al igual que una gran cantidad de palacios de familias insignes como los Verdugo, Bracamontes y Superunda. El mosaico de atractivos se completa con parques como el de San Antonio y el Retiro, así como el punto de observación, de orígen romano, de los Cuatro Postes, que ofrece espléndidas vistas de la plaza. Para evitar la fatiga, se puede abordar su tren miniatura que mantiene una escala acorde a la estrechez de muchas de sus calles.
En cuanto a fiestas y tradiciones, Ávila es un excelente sitio para disfrutar la Semana Santa, o las recreaciones históricas que se realizan durante el Mercado Medieval, a principios de septiembre, en donde las personas deambulan ataviadas a la usanza de la época, representando las tres principales culturas –moros, judíos y cristianos–, que dejaron aquí su huella.
Muchos de los turistas suelen visitar Ávila para regresar el mismo día a su punto de partida, ya sea en Madrid o Salamanca, en tanto que otros, como la célebre escritora irlandesa Kate O’Brien, la hacen su lugar predilecto y su segundo hogar, siempre el más valioso, ya que es el que responde a los anhelos más íntimos del alma. En cualquier caso, presenciar y recorrer Ávila es una experiencia que, lejos de desvanecerse, nos acompaña toda la vida.